viernes, 31 de julio de 2009

IDENTIDAD VISUAL

INTRODUCCIÓN

El valor de la identidad visual de una empresa o un producto, se puede apreciar cuando simboliza un grado determinado de prestigio público, cuando la identidad visual es conocida, así mismo cuando tiene un nivel de confianza y admiración por parte de los clientes, y cuando inspira sentido de pertenencia e identidad en los empleados, accionistas y relacionados.

La identidad visual está comprendida por los códigos gráficos, es el fondo del significado, del concepto, de nuestro significado, es lo visual, lo formal, el estilo externo, nuestra apariencia, son la consecuencia de la identidad.

Es por ello que el aspecto tiene que definir los valores de identidad como Marca, así como define, lo que ha de ser permanente y lo que puede evolucionar, variar.

Y cómo se ha de convertir esa identidad en identidad visual, llamar la atención sobre este proceso y arriesgar un diagnóstico sobre la actualidad de este aspecto de la imagen positiva.




IDENTIDAD VISUAL
I. La Identidad Visual
• ¿Qué es la imagen?
Es la percepción, de lo que el emisor (la empresa, marca, producto La percepción que una determinada persona o un colectivo tienen de una institución. Es la imagen mental ligada a lo que ella representa.

• ¿Qué es Identidad Visual?
La identidad visual, son los códigos gráficos, es el fondo del significado, del concepto, de nuestro significado, lo visual, lo formal, el estilo externo, nuestra apariencia, son la consecuencia de la identidad. Por tanto el aspecto tiene que definir los valores de identidad como Marca, así como define, lo que ha de ser permanente y lo que puede evolucionar, variar.
Si observa bien, no usamos la palabra Imagen, pues realmente la imagen: es la percepción, de lo que el emisor (la empresa, marca, producto) y por tanto la identidad precede a la imagen, pues mediante ella se presenta el cómo debe presentarse en la mentalidad del consumidor, siendo la imagen el resultado de la síntesis hecha por los receptores de todos los mensajes emitidos desde la Marca: Nombre, Marca, Símbolos, Productos, Publicidad…
Siendo la imagen una decodificación de todos estos mensajes.
Llegando aquí, ya tenemos despejado el que somos, y por tanto sabemos los conceptos a Emitir, y con qué medios, aunque lo más importante, es no perder de “vista” lo que somos, y por tanto, como debemos posicionarnos, y dando esta respuesta mediante los medios, de: la marca para qué, para quién, cuándo y contra quién.

* Para qué: Cuál va ser el beneficio que obtendrá el consumidor.
* Para quién: Quién es el público objetivo, quién nos interesa.
* Cuándo: Qué sentido de consumo vamos a tener, de uso cotidiano, puntual…
* Contra quién: quien es la competencia, esa a la que queremos que nadie se acerque, piense…

Todo esto nos define ya no solo en concepto de identidad sino en nuestra personalidad, habiendo adquirido, la “humanización” de la empresa, y por tanto, habiendo definido lo que somos con los demás.


II. Concepción Histórica
A principios del siglo XX, una serie de cambios en el entorno económico y social llevaron a la empresa a replantearse el concepto y la utilización de la marca. El concepto de marca como un nombre y un gráfico situado sobre el producto o junto al servicio, empezaba a no responder eficazmente a los retos que estaban surgiendo en el presente y que anunciaban imponerse en el futuro más cercano.
La fuerza de las empresas se desvía entonces del proceso de producción, de las características innovadoras de los productos o del sistema de distribución, a la capacidad para emitir mensajes y transformarlos en información y conocimiento que, por medio de nuevas tecnologías de la información, llegue a sus públicos y consiga de ellos una respuesta favorable.
Por otra parte, el consumidor, ya experimentado y buen conocedor del proceso de compra, toma conciencia de su poder y se vuelve más exigente. Los valores y creencias tradicionales van perdiendo importancia ante los valores del consumo que son adoptados rápidamente. Lo que antes se conseguía a través del grupo de amigos o la familia, ahora se logra comprando unos pantalones o un reloj.
A través de los muchos productos que compra o de los servicios que adquiere, el consumidor se define a sí mismo y, a la vez, se diferencia de todos aquellos que no consumen lo mismo que él. El acto de consumo, por tanto, caracteriza a la persona y la distingue del resto.
Si pensamos, por otro lado, en unos productos y servicios que cada día van haciéndose más homogéneos e idénticos debido a la rapidez con que se copian y extienden los avances tecnológicos, encontraremos por qué el consumidor actual no se conforma con el producto o servicio tal cual y busca algo que vaya más allá del mero objeto material. Las características físicas, que no discriminan, han dejado de ser ya lo más importante; lo que cuenta y decide ahora la compra es la marca y el conjunto de impresiones asociadas a ella.
El interés del consumidor por ir más allá de lo tangible, se ha trasladado con el tiempo a las empresas fabricantes o distribuidoras del producto o servicio. El consumidor les exige cada vez mayor responsabilidad social en todos sus actos y valora positivamente su preocupación por asuntos tales como el medioambiente, la cooperación internacional o la ayuda social.
Por tanto, ya no basta con que una empresa fabrique o comercialice un producto de calidad. El consumidor espera de ella que se comprometa con la sociedad en la que desarrolla su actividad y participe de forma responsable y concienciada. Esto se ha visto más acentuado tras la crisis del estado del bienestar en la última parte del siglo XX, en la que la sociedad ha ido perdiendo progresivamente la confianza en las instituciones y poniendo sus expectativas en el sector privado en busca de seguridad y confianza.
Estas nuevas exigencias, fuerzan a la empresa a replantearse y reelaborar sus objetivos y estrategias para responder de forma coherente y eficaz a las nuevas características que presenta tanto el mercado como la sociedad. Es preciso que aquellas organizaciones que quieran mantenerse y crecer en el mercado, sean capaces de proporcionar lo que se pide de ellas y desempeñar eficazmente el nuevo rol que se les asigna.
Como punto de partida, la empresa deberá dejar de centrarse únicamente en la venta. Su visión del mercado ha de ampliarse para poder descubrir la existencia de otros públicos que antes pasaban desapercibidos y a los que ahora, dadas las nuevas circunstancias, necesariamente ha de tener en cuenta para poder cumplir sus objetivos. Empleados, proveedores, distribuidores, accionistas, opinión pública, se sumarán a los consumidores como receptores de los mensajes de la empresa. Para ellos, deberán establecerse nuevas estrategias de comunicación y nuevos discursos, alejados del concepto de la venta, con los que poder atraerlos y ponerlos a favor de los intereses corporativos.

III. La Identidad Visual y La identidad corporativa

A su vez, respondiendo a esta nueva actitud de las organizaciones, el concepto de marca también va a cambiar. Alejándose de la venta y de la función estrictamente comercial, se expandirá poco a poco a la totalidad de la empresa, llegando a abarcar cualquier manifestación de ésta. El lenguaje reflejará este cambio, circunscribiéndose a partir de entonces el uso de la palabra marca a la óptica comercial y utilizándose, para la totalidad de manifestaciones de la empresa, el término identidad corporativa, más apropiado a las nuevas circunstancias de mercado. Esta variación no anula ninguna de las funciones tradicionales del marcaje sino que las amplía y las coordina con las demás actividades de comunicación. La identidad corporativa, por tanto, es algo más que un signo tangible utilizado para diferenciar un producto o empresa de otro similar, es aquel conjunto de ideas y valores que hacen única a una empresa y manifiestan su forma particular de estar en el mercado. La identidad de la empresa es el “ser” de la empresa, su esencia. La personalidad de la empresa, su identidad, se expresa a través de diversas maneras.

Joan Costa las agrupa en cinco grandes bloques en función de su naturaleza:
Verbales, visuales, culturales, objetuales y ambientales.
Los elementos verbales o lingüísticos, nombre de la empresa o los nombres de las marcas de los productos o servicios que comercializa, y los elementos gráficos, el logotipo o el color corporativo, constituyen la manifestación más clara de la identidad corporativa, de tal manera que nos resulta difícil no pensar en el nombre o el logotipo cuando hablamos de una determinada empresa. La novedad que aporta esta visión estriba en entender que, además de lo que tradicionalmente se conoce por marca, también los elementos culturales, objetuales y ambientales transmiten la personalidad de la empresa. La conducta de la empresa o su modo peculiar de actuar, los objetos resultantes de su actividad como son los productos y servicios, y el lugar donde desarrolla su actividad, el punto de venta o el centro de producción, son manifestaciones muy importantes de la identidad corporativa. Por tanto, no son sólo dos sino cinco los elementos que contribuyen a diferenciar a una empresa de su competencia y a identificarla entre muchas, y estos elementos no se reducen a sus productos o servicios sino a todas las áreas de la empresa pues también al tratar con los proveedores, al patrocinar un evento deportivo o al descolgar el teléfono una empresa comunica cómo es.

La imagen corporativa
Al tomar conciencia de estos aspectos, la empresa empieza a darse cuenta de su papel de emisor continuo de mensajes. Todo en la empresa comunica: sus productos, sus relaciones con los proveedores o distribuidores, el trato con los medios de comunicación, el estado de sus instalaciones, la preocupación por la ecología, el ambiente de trabajo. La organización envía mensajes sin cesar, consciente o inconscientemente, a su entorno, transmitiendo a través de ellos una determinada personalidad. Ante esta circunstancia, la empresa puede optar por no controlar ni coordinar los mensajes que envía de forma que cada uno de ellos sea distinto y se corra el riesgo de transmitir una imagen caótica y desordenada; o bien, vigilar sus emisiones y establecer una conexión entre ellas para conseguir dar una sola imagen, única y coherente a lo largo del tiempo. Es obvio que la segunda opción parece la más acertada. Al igual que en una relación interpersonal es imposible confiar en una persona mudable y caprichosa, tampoco el consumidor va a fiarse de una empresa que no mantenga cierta unidad y coherencia en los mensajes y comportamientos que dirige a su entorno. Para iniciar cualquier contacto con la empresa y mantenerlo, el cliente necesita que la organización sea siempre la misma, que hable el mismo lenguaje a través de cualquier medio y que actúe en todo momento siguiendo unos mismos objetivos. Por tanto, para a sus clientes sean fieles, a la empresa no le basta con ofrecer un producto de calidad, a un precio adecuado, en un lugar determinado y darlo a conocer. Debe cuidar también todas sus manifestaciones, tanto las más evidentes (publicidad, productos, atención al cliente)como las menos evidentes (trato con los empleados, atención a los proveedores, señalización de las instalaciones) de forma que manifieste una misma identidad a través de todas ellas y logre una imagen coherente y consistente a lo largo del tiempo que atraiga y retenga a los clientes frente a las acciones de la competencia. Sin embargo, la última palabra en cuanto a lo que el público opine de la empresa, no la tiene la empresa sino el público. Es él quien recibe los mensajes, los analiza, los almacena y se forma una idea de cómo es la empresa. A esta idea mental que tienen los públicos sobre la organización se la denomina imagen corporativa.

Joan Costa la define como lo que resta en la experiencia emocional colectiva cuando todo ha sido dicho, realizado, consumido y olvidado en la incesante marea del trajín cotidiano. En esta imagen corporativa la empresa no puede ejercer ningún control directo ya que es algo propio del público y que elabora cada cliente, empleado, consumidor, proveedor… a partir de las informaciones que recibe. La empresa sólo puede controlar sus mensajes y tratar de influirá través de ellos para que la imagen que tengan de ella los públicos sea lo más parecido a como ella quiere mostrarse.

Capriotti, por su parte, señala la existencia de tres fuentes de información que intervienen decisivamente en la creación de la imagen corporativa: los medios de comunicación masivos, las relaciones interpersonales y la experiencia personal. Todos ellos contribuyen de alguna manera, junto a los mensajes provenientes de la empresa, a configurar la imagen corporativa de cada organización. Estas consideraciones evidencian una diferencia importante entre los conceptos de identidad corporativa e imagen corporativa. La creación y definición del primero concierne únicamente a la empresa, mientras que el segundo es obra y propiedad de los públicos y la empresa no puede intervenir en él más que indirectamente. Así mismo, la identidad es única, mientras que existen distintos tipos de imágenes corporativas en función de la persona que la haya creado. El proceso de construcción de la imagen es algo continuo que nunca termina. Los públicos reciben diariamente datos y valores sobre la empresa que confirman lo que piensan o contribuyen a cambiar la imagen que se han creado de la organización. La empresa que quiera lograr una imagen fuerte y coherente deberá ser también constante en el control de sus mensajes para evitar que, en algún momento, el público pueda cambiar de opinión y modificarla buena imagen que tiene de la empresa.


La construcción de la identidad corporativa

El primer paso a dar por una empresa para construir su identidad, es mirarse a sí misma, puesto que la personalidad mostrada ha de corresponder con lo que la empresa es. La imagen no es como una prenda que una empresa pueda ponerse; hay que desarrollarla partiendo de la cosa misma. Si intenta manifestar valores que no posee, todo será un simple montaje que acabará descubriéndose tarde o temprano y la empresa se verá entonces en un aprieto.

Concretar cuál es la personalidad de la organización supone tomar en cuenta todo el pasado, presente y futuro de la empresa, es decir, los orígenes de la corporación, su situación actual y los objetivos que se plantea a largo plazo. Implica además, mirar hacia dentro y elegir, entre todas las características de la empresa, aquellas que mejor la definen e identifican, poniendo después los medios para mantenerlas durante un largo periodo de tiempo.

Definida cuál es su identidad, la empresa elabora un programa de identidad donde ponga por escrito los valores constitutivos de su personalidad y las pautas que se seguirán para transmitirla. En este programa se tratan los distintos componentes de la identidad corporativa–verbal, visual, conductual, objetual y ambiental–, estableciendo el modo de conducta, el estilo de comunicación, el aspecto gráfico de los mensajes y las instalaciones, la apariencia externa de los productos, etc.

Tras esto, deberá vigilar que todos los componentes de la identidad respetan las normas marcadas por el programa de identidad. Para ello, se elaboran manuales a modo de guías que interpretan las pautas generales y ajustan su aplicación al día a día de la empresa: el manual de atención al cliente, el manual de bienvenida, el manual de gestión de la comunicación o el manual de identidad visual.

La identidad visual corporativa
Como hemos dicho con anterioridad, uno de los elementos más visibles de la identidad de una empresa es su identidad visual: logotipo, símbolo, colores, etc. Según Norberto Mínguez, la identidad visual es el conjunto de signos que traducen gráficamente la esencia corporativa. Schmitt y Simon son consideran que la identidad visual está compuesta por las propiedades de la empresa –edificios, oficinas, puntos de venta o vehículos–, los productos y/o servicios, la presentación y elementos que rodean a este producto y/o servicio –marca, envase, bolsas y tickets de compra, servilletas o uniformes–, y por último, las publicaciones –materiales promocionales, publicidad o papelería Por tanto, la identidad visual no es únicamente la marca sino el conjunto de elementos que, conteniendo o no la marca en su totalidad, manifiestan de algún modo la personalidad de la empresa a través del medio gráfico. Según Justo Villafañe, una buena identidad visual corporativa ha de cumplir tres objetivos o funciones: identificar a la empresa, asegurando que sus públicos la reconocen fácilmente en todos sus ámbitos de actividad; diferenciar a la empresa de su competencia y del resto de empresas con las que concurre en el mercado, haciéndola única y particular; y ser capaz de permanecer en la mente de sus públicos de forma que éstos puedan recordarla y hacerla parte de sus vidas. A estos tres aspectos, podemos añadir la función comunicativa. La identidad visual ha de transmitir la personalidad de la empresa. En un mercado donde lo más importante es la información y el conocimiento, la empresa debe valerse de estas mismas herramientas para comunicar los valores que la distinguen y la hacen única.


IV. Elementos de la Identidad Visual

La identidad corporativa o identidad visual (IVC) es la manifestación física de la marca. Se hace referencia a los aspectos visuales de la identidad de una organización.
En general incluye un logotipo y elementos de soporte, generalmente coordinados por un grupo de líneas maestras que se recogen en un documento de tipo Manual Corporativo. Estas líneas maestras establecen cómo debe aplicarse la identidad corporativa:
Identificando las paletas de colores.
Tipografías.
Organización visual de páginas y otros métodos para mantener la continuidad visual.
Reconocimiento de marca a través de todas las manifestaciones físicas de la misma.

Los soportes en que más habitualmente se refleja la imagen de marca son:

Papelería Corporativa:
Tarjetas de presentación ( visita)
Tarjetón
Hoja membretada (Con membrete)
Hoja de Fax
Sobres membretados (Además: Bolsas, Oficio, Carta, Radiografía, etc.)
Carpetas corporativas
Invitaciones (Juntas, Exposiciones, Congresos, etc.)
Etiqueta de envío (Cedes, paquetes, papelería, etc.)
Notas de interior (Uso interno, secretarial, etc.)
Formularios de pedido
Contra recibos
Vales de Caja

Papelería Fiscal:
Facturas
Notas de Venta
Sellos Fiscales

Vestimenta e Indumentaria
Camisas
Uniformes
REFERENCIAS

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martes, 30 de junio de 2009

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SERVICIO:

Una academia preuniversitaria denominada “El pináculo”, que se ubicaría en pleno centro de la ciudad de Tacna para beneficio de los estudiantes.
Descripción:
Caracteristicas:
  • “El Pináculo”, es una nueva opción para los estudiantes que deseen prepararse para ingresar a la universidad.
  • Esta academia se localiza en pleno centro de la ciudad, favoreciendo así a los estudiantes, con respecto al transporte.
  • Cuenta con un grupo de docentes calificados y comprometidos con su trabajo.
  • Plan de estudio, cuidadosamente desarrollado que permite aplicar estrategias de aprendizaje.
  • Su local es moderno, acogedor, tiene amplias aulas, biblioteca, etc.
  • Reforzamiento extra, para todo alumno que lo requiera.
  • Asesoramiento a los alumnos.

Publico:
Estudiantes de secundaria y otros egresados.

Ambito:
Estudiantes de la ciudad de Tacna.

Desarrollo:

Lo que se quiere es que la academía preuniversitaria "Pináculo" se convierta en la mejor opción y la favorita para los estudiantes que desean ingresar a la universidad. Así mismo que sea reconocida por su buen número de ingresantes y su buena atención al público.


Publicidad a utilizar:

Se harían promociones en los colegios para estudiantes de secundaria, entregar bolantes con los que al presentarlos se tendría un 25% de descuento en la mensualidad.
Publicidad por radio, un spot que muestre al público los beneficios que da la academia.
Comerciales por televisión local.